martes, 1 de septiembre de 2009

Cuando la pobreza mata


El daño causado quedará en la conciencia de cada uno. Durante la última década los malos ecologistas peruanos alarmaron a la población con el cuento de miedo de la contaminación ambiental causada por la minería formal. Un fantasma que baja de las alturas para hacernos daño, cuando la triste realidad de nuestro país no es que la contaminación llegue de otro lado, sino que está instalada, como esos canceres inadvertidos, en la cocina de cada familia pobre de nuestro país, que son la mayoría.

Efectivamente, cuántas vidas se hubieran salvado en todos estos años de silencio interesado si esos malos ambientalistas hubieran difundido en su oportunidad que los factores que contribuyen al sufrimiento de enfermedades respiratorias agudas, apnea del sueño, desnutrición infantil, anomalías del crecimiento, enfermedades diarreicas frecuentes, infecciones oculares y hasta que uno se quede ciego por cataratas o le nazca un niño con retardo mental en nuestra Sierra, son el resultado de la inhalación de gases tóxicos provenientes de las tradicionales cocinas que usan leña o bosta de animales como material de combustión.

Basta alejarse un poco del centro de Cajamarca para observar como las casas de nuestros campesinos parecen incendiarse por la cantidad de humo que sale por el techo, la puerta y las ventanas de sus viviendas. La humareda proviene de cocinas tradicionales a leña en las cuales se colocan las ollas sobre una base de piedras en forma de trípode y que usan las familias pobres de nuestro país desde tiempos inmemoriales, y que además tienen una pésima eficiencia energética: sólo aprovechan, en el mejor de los casos, el quince por ciento de la energía almacenada en la leña con el consiguiente consumo de mayor cantidad de combustible en perjuicio de sus economías y de nuestros bosques.

Esa pobre gente no sabe que está expuesta a substancias tóxicas que exceden diez y hasta veinte veces los límites máximos permisibles recomendados por la Organización Mundial de la Salud. Literalmente, se están envenenando y están condenando a sus inocentes niños a un triste futuro de incapacidad física e intelectual cuando no a una muerte prematura por enfermedades respiratorias.

La pobreza mata cuando casi el ochenta por ciento de los hogares en las áreas rurales de nuestro país utiliza leña para cocinar y cerca del quince por ciento utiliza bosta o estiércol –alrededor de dos millones de hogares-, sin saber que el uso inadecuado de esa materia orgánica que proviene de árboles, plantas y desechos de animales ocasiona en las personas expuestas neumonías, bronquitis, infecciones respiratorias agudas, tuberculosis, cáncer al pulmón y problemas cardiovasculares.

Es una paradoja que el Perú sea reconocido como el mejor destino turístico gourmet de Sudamérica, cuando las cocinas de la mayoría de hogares en los que se preparan esos riquísimos potajes por los que se nos reconoce en el mundo entero aún no hayan salido del subdesarrollo brutal en el que viven condenados millones de nuestros compatriotas, victimas inocentes de una pobreza extrema que ninguno de nosotros se atreve siquiera a imaginar.

El problema es mundial. Se estima que unos tres mil millones de personas siguen utilizando combustibles sólidos, incluidos biocombustibles (madera, estiércol, residuos agrícolas) y carbón para satisfacer sus necesidades básicas de energía cuya acción contaminante causa alrededor de un millón y medio de defunciones por año, la mayor parte de ellas entre niños menores de cinco años debido a infecciones respiratorias agudas. Por ello, uno de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas menciona: “Habilitar el uso de combustibles modernos al cincuenta por ciento de las personas que actualmente utilizan biomasa tradicional para cocinar”.

¿Es posible revertir esta situación en nuestro país? Sí. Se está haciendo. El Gobierno Peruano lanzó en junio la campaña “Medio Millón de Cocinas Mejoradas: por un Perú sin humo”, con el objetivo de mejorar la calidad de vida de los pobladores a través de la masificación del uso de ese tipo de cocinas. Cajamarca está considerada en dicha campaña.

Por su parte, Yanacocha también esta haciendo lo suyo. La empresa ha comenzado un programa igual pero diferente: “Familias Solidarias Construyendo Cocinas Mejoradas”. En la primera etapa, que se inició el viernes 28 de agosto con un desayuno de confraternidad en un céntrico hotel en Cajamarca, el primer grupo de cien trabajadores de la compañía y sus respectivas parejas, además del Vicepresidente Regional de Operaciones de Newmont en Sudamérica, Carlos Santa Cruz, quien es el promotor de la iniciativa y participa junto a su hija María Alejandra, se comprometieron formalmente a participar activamente en el proyecto.

Los voluntarios efectuaron un aporte económico personal para la construcción de cocinas mejoradas en las poblaciones aledañas a la Mina y se relacionarán con otras familias de la comunidad para ayudarlos en el cambio de uso al nuevo artefacto que, de inmediato, mejorará su nivel de vida: económico, por el ahorro de combustible; salud, porque en poco tiempo librarán a sus cuerpos de las toxinas a las que estuvieron expuestos por muchos años; medioambiente, porque harán que sus hogares sean lugares más limpios y respirables; e incluso mejorará su estado de ánimo pues la contaminación en que viven actualmente esta considerada médicamente como una causa de depresión.

El proyecto completo tendrá una duración de doce meses y tiene planeado atender a mil familias en las comunidades aledañas a las operaciones mineras. Los primeros cien trabajadores serán reemplazados en los próximos meses por otros grupos, también de cien compañeros voluntarios, hasta completar el programa. La organización esta a cargo de una Secretaria Técnica conformada por: Rosa Ordóñez, Beatriz Alvarado, Luis Cornejo, Livio Paliza, Darío Zegarra, Erika Hamada y Violeta Vigo.

Refiriéndose al programa, Carlos Santa Cruz dijo que: “No se trata de aportar dinero para una obra de bien social, sino de nuestro compromiso y participación para salvar de un grave daño a miles de niños y adultos que están en riesgo en nuestra comunidad”. El alto funcionario manifestó que Yanacocha ha alcanzado el grado de excelencia mundial en Seguridad (once millones de horas sin accidentes con tiempo perdido desde diciembre de 2008) De igual manera, la empresa tiene el liderazgo en la aplicación de las mejores prácticas para la preservación del medioambiente y su relacionamiento con sus vecinos.

“No obstante -agregó Santa Cruz- hoy hemos dado un paso más. La integración de los trabajadores y sus familias con nuestros vecinos permitirá que nos conozcamos y valoremos mutuamente como personas. Yanacocha no es un ser abstracto sino un grupo de hombres y mujeres peruanos con corazón que queremos lo mejor para nosotros, nuestros vecinos, la región y el país”.