lunes, 15 de noviembre de 2010

Una "caricia" laboral



Cuando recibí la invitación a la ceremonia de Premiación al Trabajador Destacado del 2010 me sentí, guardando las distancias, como dicen que se sintió Mario Vargas Llosa al enterarse de que le habían otorgado el Premio Nobel de Literatura: “gratamente sorprendido”. Si él se sintió así, fue probablemente porque todos los años, ya fuera nominado formalmente por la academia sueca o informalmente por sus millones de lectores, inexplicablemente, nunca le concedieron el premio a pesar de ser un novelista extraordinario. Yo, en cambio, no esperaba el reconocimiento especial de mi empresa porque no creo tener merito alguno, mayor que cualquiera de mis tres mil compañeros de trabajo, para merecer la distinción.


Es cierto, todos los que trabajamos en Yanacocha, contratistas incluidos, sabemos lo que nos cuesta producir una onza de oro. Está para contarlo el personal administrativo. Aunque muchos siguen laborando en la operación, la mayor parte tiene ahora la suerte de trabajar en la ciudad. Esas subidas y bajadas de la altura hacen que uno se sienta como esos globos de fiesta que los inflan y desinflan varias veces: estirados y arrugados. Recuerdo lo difícil que era conseguir personal cuando iniciamos la empresa: había muy poca gente dispuesta a trabajar a 3.800 metros de altura. Los geólogos también pasan lo suyo, son incansables exploradores que buscan nuevas reservas bajo las duras condiciones del clima y, a veces, bajo el mal recibimiento de algunos pobladores. Tienen además sobre sus hombros la presión de que nuestro futuro, el de nuestras familias y el de toda la región dependen de su éxito. Que tal responsabilidad.


Es admirable también el trabajo que realizan los colaboradores de Mina y en especial el de los operadores. Ellos saben, como nadie, el esfuerzo que demanda ganarse la paga de cada día. Lo hacen en guardias de día y de noche, alejados por turnos de sus familias. Hay que ser gente muy dura para soportarlo. Más aún, considerando que en ese equipo laboran muchas mujeres que, además, son madres de familia. Son personas especiales. Tampoco la tienen fácil los compañeros de Responsabilidad Social. El suyo es un trabajo descorazonador: dedican su tiempo a construir buenas relaciones con nuestros vecinos, mientras que otros, por intereses personales, dedican su vida a destruirlas.


Lo dijo nuestro Vicepresidente de Newmont para Latinoamérica Carlos Santa Cruz, durante la ceremonia de premiación del jueves: “Todos los trabajadores de la empresa, sin excepción, hacen una labor extraordinaria, no obstante, esta noche, queremos reconocer a aquellos colaboradores que hicieron un esfuerzo adicional, que dieron un paso más para lograr las metas y alcanzar los objetivos de la compañía”.


Los expertos en dirigir, instruir y entrenar personas, aseguran que las empresas más eficaces son las que poseen una cultura de reconocimiento, sus gerentes conocen la importancia de esa actitud y la utilizan como parte de sus valores empresariales. En el mundo de los Recursos Humanos, que es un mundo de detalles, algunos llaman a esas atenciones de reconocimiento: “caricias laborales”. Acariciar –dicen- es ser sincero, emocional, acordarse de los nombres de los colaboradores, recordar datos de su vida personal y, entre otras cosas más, reconocer el esfuerzo personal que realizan algunos colaboradores y que los distingue de los demás. Eso es lo que está haciendo nuestra empresa.


Además de quedar sorprendido por la designación como el mejor trabajador de mi área, mi segundo sentimiento fue de consternación por dos motivos. El primero, por lo que me vino a la cabeza inmediatamente: “¿Y ahora qué digo?”. Nos pasa a casi todos cuando tenemos que vivir la tragedia de hablar en público: no se nos ocurre nada. Y el segundo, fue aún más aprensivo. Recién caí en la cuenta de que en esta elección tengo una considerable ventaja: yo soy el único trabajador de la Oficina de Atención al Público.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Nuestra oficina de Atención al Público


El mes pasado participamos en un Workshop en Lima. La Oficina de Atención al Público de Minera Yanacocha (oficina de Consultas y Quejas) estuvo representada por Carlos Scerpella en el taller Manejo y resolución de inquietudes y conflictos a nivel local organizado por el Consejo Internacional de Minería y Metales (ICMM)

El Consejo es una organización liderada por directores ejecutivos de la industria minera y otras asociaciones, dedicada a promover el desarrollo sustentable. Reúne a 18 de las empresas mineras más importantes del globo –Newmont entre ellas- que emplean a cerca de 800 mil trabajadores en 58 países de todo el mundo, y están comprometidas con efectuar una producción responsable de los recursos minerales y metales que necesita la sociedad.

El objetivo del taller fue evaluar la guía de buenas prácticas propuesta por el ICMM para que las empresas del sector implementen sus procedimientos o mecanismos de reclamo a nivel local y cuenten con enfoques sistemáticos para la atención de las quejas que pudieran presentar las personas o grupos que se sientan afectados por nuestras actividades.

Durante el evento se habló de los beneficios de tener procedimientos de reclamos bien diseñados que sean predecibles, transparentes y confiables. Y se discutieron casos modelo de distintas empresas como Anglo American, BHP Billiton y Xstrata. Nosotros, Minera Yanacocha, estamos bastante adelantados en el tema, pues nuestra oficina de reclamos ya lleva nueve años de funcionamiento.

En el Perú, al igual que en el caso de nuestros principios voluntarios en seguridad y derechos humanos, en materia de reclamaciones Yanacocha lidera el sector con su Oficina de Atención al Público. Esta última ha atendido alrededor de cuatro mil reclamos desde su creación en el 2001 hasta la fecha, y los ha resuelto de acuerdo a su compromiso de responsabilidad social con la comunidad. La Oficina reporta al Vicepresidente de Newmont para sus operaciones en Sudamérica y atiende las consultas y los reclamos que cualquier poblador ó institución pudieran presentar en contra de la misma empresa minera, sus contratistas ó sus trabajadores en general.

Las consultas ó reclamos son atendidos personalmente, por teléfono, carta o e-mail, y pueden ser presentados con nombre o anónimamente. También se registran quejas “De oficio” en aquellos casos en que La Oficina toma conocimiento de algún hecho en el que nuestras operaciones ó las de nuestros contratistas, en el ejercicio de su contrato con Yanacocha, pudieran afectar de algún modo a la comunidad.

“Las quejas siempre son bienvenidas –dice el jefe de la Oficina de Atención al Público, Marcos Valdez-, si son auténticas entonces se convierten en oportunidades para corregir algo que se está haciendo mal. Si por el contrario no son legítimas ó se tratan de alguna confusión ó percepción distorsionada, entonces, también son oportunidades para aclarar cualquier mal entendido. La clave es que las quejas siempre generan oportunidades”.

La Oficina es una instancia de diálogo para ayudar a resolver los problemas de los trabajadores y de la comunidad con respecto a las actividades de Yanacocha. No es Juez, no es Fiscal, ni árbitro; sólo interviene con ánimo amical para contribuir a solucionar conflictos que de otra manera podrían terminar en instancias que resulten en costo de tiempo y dinero para las partes involucradas.

¿Es importante contar con una oficina de reclamos? Por supuesto. Con ella ponemos en práctica nuestros valores y cumplimos con nuestro Código de Ética y Conducta: “Actuar con integridad, confianza, respeto, honestidad y trabajo en equipo”. En lo que respecta al sector, La Oficina cumple con uno de los principios más importantes para el desarrollo de una gestión empresarial que contribuya al desarrollo sostenible de la región: “apoyar los derechos humanos fundamentales y respetar las culturas, las costumbres y los valores en la relación con los empleados y otros grupos (que pudieran verse) afectados por nuestras actividades”.

Esta claro que las quejas no se reciben para sancionar sino para corregir, y, que muchas de ellas, presentadas en su oportunidad, son comunicaciones eficaces que contribuyen a prevenir conflictos que nadie, ni nosotros, ni las autoridades, ni la comunidad, queremos atravesar. La atención de los reclamos contribuye a que nuestra gestión sea más valorada y respetada por la comunidad.

La oficina de Atención al Público está ubicada en la Vía de Evitamiento Sur 549 y cuenta con una línea telefónica gratuita: 0-800-1-2790. También se le puede contactar en teléfono 58-4000 (anexo 23760), celular 976-223760 y en su dirección de correo electrónico: marcos.valdez@newmont.com

sábado, 16 de octubre de 2010

Nuestros principios voluntarios

Seminario - Taller Principios Voluntarios de Seguridad y Derechos Humanos
Hotel Laguna Seca Baños del Inca - Cajamarca
Jueves 14 y viernes 15 de octubre de 2010

Cajamarca, 18 -10-10 Cincuenta personas, entre funcionarios mineros, autoridades policiales, miembros de las Fuerzas Armadas, organizaciones no gubernamentales (ONGs), autoridades locales, Universidades, Cámara de Comercio, Defensoría del Pueblo y presidentes de Rondas Campesinas, se reunieron el jueves y viernes de la semana pasada en el Hotel Laguna Seca para hablar, entre amigos y a calzón quitado, sobre un solo tema: el uso de la fuerza pública y privada en el marco de los Principios Voluntarios de Seguridad y los Derechos Humanos.

¿Cómo se come esto? Veamos. En el año 2000, un grupo de diálogo conformado por los gobiernos de Estados Unidos y Reino Unido junto a algunas empresas extractivas y ONGs, conscientes de la necesidad de promover y proteger los derechos humanos en todo el mundo, desarrollaron una serie de principios voluntarios –un código de conducta- que le sirvieran de guía a las compañías para mantener la seguridad de sus operaciones en un marco que garantice el respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales.

En buena cuenta se trata de que bajo dichos principios las empresas como Yanacocha deben asegurarse -para no ser cómplices ni siquiera por omisión- de que su fuerza de seguridad privada y la fuerza de seguridad pública, en el supuesto caso de que tuvieran que actuar en defensa de los derechos de la compañía, lo hagan respetando, a su vez, los derechos humanos de la otra parte en conflicto, cualquiera que ésta fuere y cualquiera que fuese el motivo que los enfrente.

Por supuesto, los Principios hacen hincapié en que el conflicto mejor manejado es aquel que nunca ocurre, y que la herramienta más importante para prevenirlo hasta dónde es posible, es la Evaluación de los Riesgos por los impactos de operación, económicos y culturales, a que pueden están sujetos la propia empresa, las contratistas, sus trabajadores y los vecinos de cualquier operación extractiva. Se trata de “hacer las cosas bien”.

Esto último no es una declaración lírica, sino, una necesaria visión de negocio que ha devenido como consecuencia del fenómeno de la globalización. En estos días es imposible pensar en el desarrollo de cualquier proyecto empresarial de envergadura que no tenga en cuenta la Seguridad y los Derechos Humanos como parte de su filosofía de Responsabilidad Social

Un dato interesante es que en el grupo de diálogo que se formó hace diez años, y en el cual había menos de diez empresas mineras, están tres compañías consideradas entre las más grandes del mundo que hoy también tienen operaciones en Cajamarca. Todas ellas estuvieron representadas por sus principales funcionarios de Seguridad y Responsabilidad Social en la reunión de Laguna Seca: Newmont, Anglo American y Río Tinto, además de la firma Goldfields.

El seminario fue organizado por la Dirección Regional de Seguridad de Newmont, a cargo de Lee Langston, y tuvo dos expositores de lujo. La introducción al tema y un paseo por la historia de cómo el hermano país de Colombia adoptó dichos principios en una realidad extremadamente difícil por la presencia de las guerrillas, estuvo a cargo de José Unda, ex Consejero para la Protección de la Infraestructura Petrolera, Minera y Energética en la Presidencia de la República de Colombia.

Los colombianos, por supuesto, saben muy bien de lo que hablan. Gracias a sus acertadas políticas nacionales en materia de seguridad y respeto a los Derechos Humanos pueden asegurar a los turistas de hoy que el riesgo más grande que corren al visitar su país: “Es que se quieran quedar”.

Por parte de Newmont y Yanacocha, el expositor y facilitador del taller fue nuestro especialista Senior en Derechos Humanos y encargado de temas de ética, Carlos Scerpella. El evento fue el segundo que se desarrolla en Cajamarca y en el país. El primero se realizó en octubre del año pasado y también fue organizado por la corporación Newmont. En esa oportunidad actuó como expositor el ex Ministro del Interior, Gino Costa.

“Hoy estamos dando un paso más en nuestro esfuerzo de incorporar los temas de Seguridad y Derechos Humanos en nuestra Cultura Empresarial”, dijo el vicepresidente de Newmont para Sudamérica Carlos Santa Cruz, al inició del seminario. Agregó que los colaboradores de nuestra corporación debemos proyectar estos valores mirando hacia el futuro y no sólo pensando en el Perú sino en un contexto más amplio pues Newmont ya tiene presencia en Surinam y en Haití.

Mis conclusiones del seminario son cinco:

Que es indispensable realizar constantemente evaluaciones de riesgo, de preferencia con todos los interesados, para proteger a las compañías y a sus vecinos de cualquier daño o percepción de daño que pudieran sufrir.

Que es indispensable mantener comunicados a los involucrados en cualquier operación -principalmente las comunidades aledañas- de las acciones planificadas por las empresas que de una u otra manera los pudieran afectar. Y que no basta con informar sino que es necesario hacer que las entiendan

Que cuando ocurren los conflictos es indispensable involucrar a las autoridades correspondientes en la solución de los mismos: por ejemplo al Comité de Seguridad Ciudadana de la que es presidente el Presidente Regional.

Que no existen las empresas perfectas, las fuerzas de seguridad, los Gobiernos, ni los escenarios perfectos, en materia de Principios Voluntarios en Seguridad y Derechos Humanos “hay que empezar con lo que se tiene”, no hay tiempo que perder. Newmont/Yanacocha están liderando este tema en nuestro país y éste es otro motivo de orgullo para los trabajadores de la corporación.

Y que los espacios de diálogo como el seminario realizado son lo más saludable para ventilar aquellos temas espinosos que involucran a distintos estamentos de la sociedad. Luego de miles de años en que el bicho humano camina sobre la faz de la tierra no se ha inventado nada mejor para prevenir y solucionar conflictos que: conversar.

lunes, 17 de mayo de 2010

Un saludo de Len

De derecha a izquierda: Tony Esplin, Len Harris, Jim Seidel (Newmont), Pedro Condori, Percy Zamora y Marcos Valdez

Nuestro apreciado y siempre recordado Leonard Harris, el “Tío Len”, primer gerente general de Yanacocha, nos visitó en abril. No lo veíamos por aquí desde hacia un par de años cuando llegó a la mina acompañado de un grupo de mineros mexicanos. En esta oportunidad, en cambio, vino con un colega peruano para mostrarle la operación y nuestro magnifico trabajo. Len arribó solo en el vuelo del jueves 15 por la tarde mientras su compañero optó por el cansador recorrido de catorce horas por tierra desde Lima, llegar a Cajamarca al día siguiente y subir juntos en camioneta hasta el mirador ubicado a cuatro mil metros de altitud. Todo un viaje.

Probablemente, su acompañante como yo y otros millones de personas, temía volar. Miedo que, valgan verdades, y aun en pleno siglo XXI, es la cosa más natural del mundo. Basta dar un vistazo a las encuestas para confirmarlo: sólo el cinco por ciento de los pasajeros que surcan diariamente los cielos de nuestro planeta no sienten temor alguno a viajar en avión. La verdad, le dije la semana pasada a Ricardo Morel, nuestro ex gerente de Asuntos Externos -hoy un alto funcionario de Anglo American- en una conversación de amigos, es que todos tememos volar, pero, mientras la mayoría calla, otros no tenemos ningún reparo en decirlo. “Es que en ese sentido, tú ya has salido del closet, mi estimado Marcos. Como Ricky Martin, igualito.”, me respondió Ricardo. Eso es lo que saca uno por andar contando sus sentimientos: que lo comparen con el de “la vida loca”… y en su presencia. Será por aquello de que: “a los amigos se les apuñala de frente”.

Pero es cierto, en mayor o menor grado nos pasa a todos, y cada uno esconde su miedo de la forma que le parece. Un famoso periodista colombiano, que además tiene fama de ser muy macho, decía que cada vez que vuela se agarra con tanta fuerza del asiento que al poco rato de despegar se le entumecen los dedos de la mano. “No es tanto por temor a que el avión se caiga –explica el hombre de prensa- sino para ayudar a que el aparato se mantenga en el aire”. Explicaciones que uno inventa.

No obstante, lo que probablemente no sabía el compañero de nuestro buen amigo es que viajar con él es una garantía de seguridad estadística: el tío Len es un sobreviviente, ha sufrido dos accidentes de avión durante toda su vida y no es probable que tenga un tercero. Las posibilidades de tener un accidente de avión, para una persona común y corriente, dicen los entendidos, es de una entre cinco millones y una persona tendría que volar el equivalente a dar 500 mil vueltas a la Tierra antes de sufrir un accidente aéreo. Es bueno saberlo.

Al tío Len se le ve y él dice que está muy bien. Sin embargo, en octubre lo volverán a operar de una lesión en el hombro que lo obliga a llevar una prótesis de titanio desde hace varios años, y que -cuenta Len de lo más divertido- hace saltar las alarmas de detección de metales en todos los aeropuertos. En una etapa de la vida en que la mayoría de las personas prefiere gozar de la tranquilidad de un merecido retiro, nuestro amigo es un trabajador infatigable y un viajero desafiante que pasa la mayor parte del año fuera de su casa, en Denver, asesorando empresas mineras por todo el mundo y en especial promocionando la actividad minera en el Perú.

Es paradójico, mientras muchos peruanos -algunos mineros incluso- ponen su empeño en acabar con esta maravillosa fuente de trabajo y riqueza en el país, y en especial en Cajamarca, algunos extranjeros que nos quieren más que nosotros mismos, se esfuerzan generosamente en sacarla adelante.

“Es por esa entrega, por la calidad de gente y por lo estupenda persona que es Len Harris, que todos los que lo conocemos lo queremos bien y lo recordamos siempre”, le dije un día a nuestro gerente de operaciones Tony Esplín, cuando le contaba sobre los inicios de Yanacocha. Tony me escuchó con atención y al final me dio su razón definitiva: “Len es así porque es australiano… igual que yo”. La verdad, no sé si sea por ser australiano, pero, al igual que Len, basta con escucharlo hablar de su esposa, de su pequeña hija Gabriela y de su segundo hijo que nacerá muy pronto, para darse cuenta, inmediatamente, de que Tony también es un gran tipo.

La visita de Len fue muy corta, sólo se quedó un día completo. En esta ocasión tuve la oportunidad de verlo y de aceptar su invitación a cenar una deliciosa trucha en el hotel Laguna seca en compañía de otros dos Yanasaurios: Pedro Condori y Percy Zamora. Además, recibí el grato encargo que cumplo con esta nota, de hacer llegar el saludo de nuestro querido Len Harris a todos sus buenos amigos y ex compañeros de trabajo.

viernes, 26 de febrero de 2010

La cocina de mamá



La respuesta siempre ha sido y será la misma. No importa a quién se le pregunte. Todos responden, invariablemente, que el mejor arroz con pollo del mundo, la papa a la huancaína más sabrosa o esos fréjoles con seco de antología, son los que prepara o preparaba su mamá. Invariablemente también, todos tienen razón. Nada se nos graba en la memoria del gusto, a fuego y para toda la vida, como la cocina de mamá.

Es cierto. Cuando evoco los años de mi niñez lo primero que me viene a la cabeza, el corazón y el paladar son, como dice el himno de los setenta de esa vieja banda argentina de rock, Sui Generis: “Los guisos de madre, los postres de abuela y las torres de caramelo”. Es increíble que a través de los años los sabores del hogar se mantengan intactos en la memoria, con la sutil y enorme diferencia a la vez, de los mismos platos preparados en cualquier otro lugar. Hasta el pan con mantequilla y el café con leche que me servían en casa tenían un sabor distinto y especial.

Lo mismo le ocurre a los emigrantes de cualquier país y en especial a toda esa generación nuestra de jóvenes que se fueron del Perú de los setenta y ochenta en busca del buen futuro que no se vislumbraba ni de lejos por estos lares, y que hoy viven desperdigados por el mundo entero. Cuando se les pregunta qué es lo que más extrañan de su tierra natal, ellos contestan, con cariño: “mi comida”. No son los paisajes, ni los amigos, ni las costumbres, ni el amor que dejaron atrás. El recuerdo más entrañable para aquellos que están lejos de casa es la comida y más aún: la comida de mamá.

Pero ese recuerdo no llega solo, con él vienen la vajilla, las ollas, la habitación y por supuesto, la cocina misma –yo recuerdo nítidamente el color de las llamas y hasta el sonido de la cocina Cuba a gas de kerosene que teníamos en casa. Ese artefacto que es capaz de hervir, cocer, freír, asar o fundir los alimentos y que ha sido el mudo testigo de millones de historias que se tejen entre los miembros de familias enteras, generación tras generación. Porque nuestras vidas transcurren, día a día, entre el desayuno, el almuerzo y la cena, a un costado o alrededor de la cocina de cada una de nuestras casas. Hay quien asegura, con convicción de poeta, que la cocina, la habitación y el artefacto, todo el conjunto, “Es un asunto sentimental”. Tiene razón.

El tema viene a cuento por las primeras treinta y cuatro cocinas mejoradas, de las ciento cincuenta y uno que ya tenemos listas, y que los trabajadores de Yanacocha entregamos a nuestros vecinos de La Ramada el jueves pasado (el viernes entregamos setenta y cinco más en Manzanas Alto), en una sencilla ceremonia en la que participó una delegación de compañeros, nuestro Vicepresidente Regional de Operaciones de Newmont para Sudamérica, Carlos Santa Cruz, los miembros de la Secretaría Técnica del programa y los mismos beneficiarios.

Es sorprendente el recibimiento de la población –comentó una compañera de trabajo. Nuestros vecinos están verdaderamente agradecidos por las cocinas y más por el voluntariado de los trabajadores. “Yo me sorprendí cuando hace unos meses me operaron y no sé cómo se enteraron, pero me fueron a visitar a mi casa. Gracias a este programa, ahora ellos ya son como de mi familia”, agregó.

Efectivamente, de todas las intervenciones durante la ceremonia, las palabras que quizá reflejaron mejor el espíritu con el que llevamos adelante nuestro ambicioso proyecto de construir un mil cocinas mejoradas, fue el de una madre de familia quien dijo, emocionada: “Lo mejor de todo, es la hermosa relación de amistad y armonía que ha florecido entre los vecinos y los trabajadores de la mina y sus familias”.

Para mí, cuando hablamos de donar nuestros aportes y nuestro tiempo para construir cocinas mejoradas, en realidad estamos hablando de fomentar varias cosas: la salud de las personas, oportunidades de desarrollo para más niños peruanos, el amor por la familia, y, estoy seguro, miles y miles de historias y buenos recuerdos que vivirán por siempre en las mentes y los corazones de nuestros vecinos beneficiarios que, en su tiempo, evocarán con el mismo amor y la nostalgia que nosotros: “La cocina de mamá”.