Dicen
que el sentido común es el menos común de los sentidos. No es cierto. Al
contrario, el sentido común abunda y es la cosa mejor repartida del mundo. Todos
piensan que tienen lo suficiente. Es más, media humanidad estaría dispuesta a
matar a la otra mitad para demostrar que sus juicios son los acertados. Por eso
ocurren las guerras.
De
allí que cada quien tenga su propia idea de cómo se deben hacer las cosas y la
manera de matar sus pulgas. Lamentablemente, como les sobra sentido común, no se
limitan a sus asuntos sino que también opinan sobre los propósitos de los demás.
Ahora bien, mientras sólo sean opiniones no hay problema, los conflictos
empiezan cuando las personas o las instituciones meten las narices en las vidas
ajenas sin respetar su libertad.
Ser
libre, de acuerdo a las enseñanzas de Milton Friedman, premio Nobel de Economía,
significa, sencillamente: poder elegir sin interferencia ni coacciones externas.
Por eso, porque afecta la libertad de las personas, es que genera tantos
conflictos el que cualquier autoridad, o el mismo Estado, intente dictar las
pautas maestras del desarrollo limitando la creatividad de la sociedad
imponiéndole una planificación “ordenada”. Esa no es función de los empleados
públicos.
En
gran medida, refiere un ensayista cubano, el desarrollo es producto de los
avances tecnológicos, y esos espasmos creativos se dan de manera espontánea e
imprevista. En el siglo XVIII, refirió, a unos técnicos desconocidos se les
ocurrió colocar rieles en las minas para extraer los minerales en vagones de
metal. Cuando se perfeccionó la máquina de vapor, otros ingeniosos mineros
sustituyeron las mulas con locomotoras. Sin advertirlo, habían inventado el
tren.
A
fines del siglo XIX –continúa el escritor- el señor Edison inventó la bombilla
incandescente y creó las redes y la empresa para distribuir la electricidad. Al
teléfono, a la aviación, a la radio, a la televisión, les ocurrió lo mismo. Nada
fue planificado por el Estado. Incluso internet, que surgió como un proyecto del
Pentágono para comunicar los puestos de mando en caso de guerra, sólo explica su
fenomenal desarrollo porque la iniciativa privada lo sacó de la cuna y lo hizo
crecer.
No
obstante, el desarrollo tampoco se puede dejar al azar o esperar que sea el
mercado el que determine los derroteros de nuestro futuro. Es por ello, que
buscando consensos, se creó hace ocho años la Asociación los Andes de Cajamarca
– ALAC, como parte del programa de responsabilidad social de Yanacocha para
promover el desarrollo humano, sostenible en la región, trabajando de la mano
los sectores público y privado.
La
semana pasada, precisamente, ALAC presentó en sociedad a su nuevo Consejo
Directivo para la gestión 2012 – 2015. El grupo de trabajo para ese periodo de
tres años, está presidido por el Ing. Raúl Benavides Ganoza y tiene como
vicepresidente al Dr. Javier Velarde Zapater. Los directores que les acompañan
son: el Dr. Homero Bazán Zurita, el Ing. Augusto Zingg Pinillos, Monseñor José
Carmelo, la Sra. Jacqueline Saettone y el Sr. Carlos Basombrío.
ALAC,
señaló el Ing. Benavides en su discurso de presentación, continuará durante su
presidencia, y guiada por los sabios aportes de líderes cajamarquinos, con el
mismo objetivo que motivó su fundación: la atención de temas básicos como
educación, proyectos de agua, y desarrollo de negocios inclusivos, que
contribuyan a generar progreso y bienestar para la población.
Volviendo
a Milton Friedman, el brillante economista a quien solían presentar como “el
padre del neoliberalismo” o la cabeza de la Escuela de Chicago, él dejó una
frase muy clara: “Uno de los más grandes errores es juzgar a las políticas y
programas por sus intenciones, en vez de hacerlo por sus resultados”.
Efectivamente, ALAC en ese sentido, tiene muchas cosas para mostrar.
Sólo
como ejemplo, en estos ocho años de gestión la Asociación los Andes de
Cajamarca, en Alianza con otras instituciones del Estado, la sociedad civil y
con el apoyo económico de Yanacocha, tiene para exhibir la Alianza por la
Nutrición en Cajamarca - Predeci, el programa de Fortalecimiento de la Gestión
Pública y el de Formación de Jóvenes Emprendedores.
También el Programa de Becas Cajamarca, los
distintos programas en educación, y la campaña para disminuir la deserción
escolar a través de la Red Integral de Escuelas. En infraestructura podemos
mencionar el Hospital General de Cajamarca, el CITE Koriwasi, el complejo Capac
Ñam, cientos de conexiones eléctricas rurales e instalaciones de agua y desagüe,
entre otros.
Ricardo
Lagos, expresidente de Chile, explicó cómo se logró el milagro económico que
convirtió a su país en uno de los más prósperos de esta parte del continente. Se
trata –dijo- de una ecuación sencilla: “Consenso = Desarrollo”. La coalición
entre los políticos y líderes de la sociedad civil para llevar adelante una
transición tranquila hacia la democracia, no les fue suficiente a nuestros
hermanos del sur y entendieron que esa misma coalición era el camino a la
modernidad.
Los
chilenos alcanzaron lo que nuestro ensayista llamó el umbral de la sensatez. Ese
punto de la historia en el que un porcentaje decisivo de la clase dirigente
coincide en el diagnóstico sobre los males que aquejan a la sociedad y en las
medidas que deben tomarse para conjurarlos. Ese, probablemente sea el aporte
mayor de ALAC: Ser un espacio para que los actores de la sociedad, trabajando
juntos y en armonía, arriben a los consensos necesarios que nos pongan por fin
en el camino del desarrollo.