lunes, 25 de marzo de 2013

Competitividad y futuro

Foto: Internet

Tres grupos distintos de empresarios locales fueron afectados de manera diferente por el artículo: Que vengan las empresas, publicado en mi Blog: http://cartasdesdecajamarca.blogspot.com, mis direcciones de correo electrónico, y mi cuenta de red social en Facebook.

El primer grupo fue de amigos, socios y directores de la Cámara de Comercio de Cajamarca que expresaron su adhesión a las ideas vertidas en la nota, agradecieron por la misma y me alentaron a seguir escribiendo sobre estos temas que, dijeron, contribuyen a formar opinión sobre lo que acontece en el mundo empresarial local.

En el segundo grupo estuvieron algunos empresarios por los que tengo especial afecto, quienes me aseguraron no tener nada que ver con la campaña en contra de las empresas “foráneas”. Hubo alguien que me dijo, con ese humor criollo de nuestra gente: “Hermanito, te juro que no he hecho nada, ni lo volveré a hacer”.

El tercer grupo, en cambio, despachó un e-mail múltiple que no recibí por un error tipográfico: escribieron “valdes” con “s” y no con “z”, como debía ser. En el mensaje, que me leyó un buen amigo, pedían que hiciese una rectificación parcial pues se sentían aludidos en una parte del escrito, aunque no se tratara de ellos, ni se hubiera nombrado a nadie.

A mí, por supuesto, me basta con que alguien se sienta apenas incómodo para retractarme inmediatamente. Faltaba más. Cuando escribo sobre estos temas lo hago con el ánimo de ilustrar y no de ofender, por eso evito apuntar nombres y más bien me limito a señalar acciones. Además, tengo al firmante de esa solicitud no recibida, y que debe andar flotando a la deriva en el océano de los circuitos y los programas del internet, en gran estima personal y familiar.

La causa de la desazón –me explicaron- fue el párrafo diez del artículo en el que considero “absurdo” que se pretenda, desde el interior de nuestra Cámara de Comercio, descalificar a una empresa para competir en el mercado local, con el argumento peregrino de ser una empresa “foránea”. Señalo, además, que la motivación real es la falta de competitividad financiera de los promotores de ese despropósito. Los que se dieron por aludidos dijeron que las cosas no son así, y para mí esa aclaración es suficiente y hasta sobra.

El caso es que tienen razón. La redacción de ese párrafo debió ser “en positivo”. Lo importante era resaltar, como hizo el presidente de la Cámara de Comercio de Arequipa, Julio Morriberón, la necesidad de esforzarnos todos, empresarios, contratistas, contratantes, Cámara y educadores cajamarquinos, en identificar las debilidades de nuestro empresariado, buscar juntos las maneras de corregirlas y hacerlo competitivo para enfrentar un mercado que se torna cada vez más exigente.

Que gane “el más mejor”, decían Eduardo Engel y Patricio Navia, dos académicos de las universidades de Nueva York y New Haven, en Estados Unidos, que enfatizaron con éxito la competencia y la meritocracia como temas básicos de agenda para mantener viento en popa el desarrollo de Chile.

Ser competitivo o morir. No hay más alternativa, decían. La globalización de la economía y las comunicaciones han creado al nuevo consumidor: países, empresas, e individuos que producto de un proceso paulatino de cambio, ahora exigen calidad en los productos, excelencia en los servicios y precios sensatos a contratistas y proveedores. Lo que hoy se conoce como “condiciones competitivas de mercado”.

Esa es la gran tarea a contra reloj. Debemos preparar –la sociedad toda- a nuestros emprendedores para insertarse y competir en un mercado abierto y exigente. ¿Cómo se logra eso? Elemental. Hay que identificar en cada empresa sus debilidades y carencias para luego, a base de esfuerzo y ayuda profesional, superarlas una a una. Entiendo que esa es, precisamente, la agenda impostergable de la actual directiva de nuestra Cámara de Comercio. ¡Que bueno!

No se trata sólo de obtener Balances en azul. La calidad de nuestra sociedad dependerá del tipo de organizaciones empresariales que predominen en ella. Si nuestras empresas son competitivas, dinámicas e innovadoras, podemos apostar por el éxito y la paulatina desaparición de la pobreza en la región.

En la competitividad de nuestras empresas, en que sean “las más mejores”, nos va el futuro de cada uno de nosotros, de nuestras familias y de Cajamarca.