viernes, 1 de junio de 2012

Descansa en paz querido Kiko

Enrique Winkelried Vargas

El tiempo pasó muy rápido y las últimas dos décadas se fueron como un suspiro. De los primeros años de Yanacocha ya quedamos muy pocos trabajadores laborando en la empresa. Nosotros mismos, en broma, nos llamamos “yanasaurios” por el tiempo pasado y porque somos una especie en peligro de extinción. De esas primeras promociones la gran mayoría hoy trabaja en distintas empresas mineras. Pero también hay otros que se fueron para siempre de este mundo dejándonos su ejemplo de vida y su eterna amistad. Como nuestro querido Enrique (Kiko) Winkelried que partió anoche a la eternidad.

No fuimos amigos porque trabajáramos en la misma empresa, o porque su casa quedara a cincuenta metros de la nuestra, o porque sus mejores amigos también eran los nuestros… el mundo minero es, como dicen, un pañuelo. Mi familia y yo lo apreciábamos por quien era: una persona sencilla y sincera; un profesional de primer nivel capaz de hablar de igual a igual con el más humilde de sus colaboradores y un hombre noble de juicios certeros. Era de aquellos pocos de quienes se puede decir: es un caballero.

Mi hija Alejandra tenía siete años cuando, a pesar del terror que le inspiraba mozart, un enorme perro San Bernardo que Kiko tenía de mascota, se escapaba a su casa los sábados por la mañana para tomar café. Ese líquido negro, caliente, y a la vez amargo y dulce que nosotros jamás le servíamos, era como una droga prohibida que ella conseguía de las manos generosas del tío Kiko y la tía Mila, esos proveedores cariñosos y permisivos. “Una taza no le hace ningún daño”, nos decía Kiko con esa sonrisa de las grandes que él tenía, y la invitaba a ir por la próxima ración el siguiente fin de semana.

Era fácil equivocarse con Kiko, viéndolo conversar con una niña uno no se imaginaba tener al frente a uno de los profesionales mineros más preparados del país. Quizá ese era su rasgo más característico: Kiko podía conversar con cualquiera, sobre cualquier tema. Tenía alma de niño y la sangre dulce como el café que preparaba. Pero el Enrique Winkelried profesional era un Ingeniero de Minas renombrado, gerente de Yanacocha, una de las compañías más importantes del mundo, catedrático de la Universidad Católica, y que fue también gerente de las principales compañías mineras peruanas.

Hombre práctico y de mucha experiencia decía en broma: “Cuando tu jefe te diga salta, no preguntes por qué, pregunta: hasta dónde, jefe”. Cuando algo lo mortificaba mucho sobrellevaba la contrariedad con humor y tolerancia. Su máxima expresión de molestia o de pena era: “es que me da cosa” que las cosas sucedan así.

Cuesta aceptar que se haya ido uno de nuestros mejores amigos. Anoche lo atacó un infarto que le cobró la vida como una deuda vencida. Hace algunos años Kiko salvó de morir gracias a una operación al corazón que todos sus amigos soportamos con el alma en vilo mientras estaba en el quirófano. Le robó algunos años a la muerte para bien de su familia y gozo de todos los que le queríamos bien. Nos “da cosa” que te hayas ido mi buen amigo. Descansa en paz querido Kiko.